“Te van a salir escamas, no has salido del agua en todo el día”. Esta es una de las frases más repetidas por muchos padres a sus niños después de pasar una jornada de playa o piscina. El agua es uno de los pasatiempos preferidos durante los meses de verano de los más pequeños, que pasan bastante tiempo sumergidos. Pero esto no significa que sean anfibios, por lo que son muchas las amenazas a las que se exponen. La otitis externa es una de las patologías más frecuentes en esta época y que, si lo se previene a tiempo, puede amargar las vacaciones.
Conocida también como otitis del nadador o de las piscinas afecta al 1,5% de la población, según la Sociedad Española de Otorrinolaringología, y se manifiesta como un dolor de oídos muy intenso, tanto que casi es imposible tocar la oreja.
¿A qué se debe? Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), es una infección de la piel del conducto auditivo externo y suele ocurrirle a los niños que pasan mucho tiempo en el agua, sobre todo en los meses de calor. La causa está motivada por la existencia de mucha humedad en el oído, lo que produce una irritación del conducto auditivo y, por consiguietne, una lesión en la piel propensa a que se infecte.
Esta enfermedad nada tiene que ver con la denominada otitis media, muy frecuente en la infancia tras las infecciones respiratorias de vías altas, debido a la inflamación del oído medio. De hecho, la otitis de las piscinas no suele producir fiebre y no es contagiosa.
¿Cómo reconocerla?
Esta infección del oído externo se inicia normalmente con un picor del conducto auditivo, aunque el síntoma principal y más significativo, como hemos apuntado antes, es un agudo dolor de oído que se agrava cuando “se tira de la oreja, se mastica o se hace presión como para tapar el oído”, explican desde la AEP.
A veces los síntomas son visibles. El conducto del oído se torna rojo o se hincha, con lo que los ganglios que están delante aumentan de tamaño y duelen. La falta de audición es otro de los signos de la otitis del nadador. Lo causa la hinchazón del canal auditivo, que reduce el orificio del conducto, ocasionando que que el niño tenga la sensación de tenerlo tapado.
El dolor también va en ocasiones acompañado de una secreción líquida, que al principio suele ser de un color claro, pero después se torna más espesa y amarillenta como el pus.
¿Cómo se previene la otitis externa?
La forma más efectiva, aunque no siempre funciona, es secarse bien los oídos después de pasar mucho tiempo en el agua. Los médicos recomiendan utilizar una toalla o un papel, nunca con bastoncillos de algodón, e inclinar la cabeza hacia ambos lados para facilitar que el agua salga.
La otitis externa no se produce tanto por la calidad del agua sino por el exceso de humedad, así que es conveniente que se mantengan los oídos secos tras estar expuestos a la humedad, además de que es recomendable que los niños propensos a padecer esta patología se protejan con tapones.
Finalmente, deja que los niños disfruten en el agua pero recuérdales que dosifiquen la diversión saliendo de vez en cuando a secarse y calentarse. Ayudará a evitar enemigos patógenos indeseables.
Fuente: ‘En Familia’, proyecto divulgativo de la Asociación Española de Pediatría.